Su abuela era médica en el gueto de Varsovia en Polonia, trabajando en condiciones imposibles para brindar atención médica a los internados. Le dispararon los nazis. Su abuelo, también médico, fue capturado y pasó cinco años como prisionero de guerra mientras servía como médico en el ejército polaco. Su padre fue sacado de contrabando del gueto por la honrada gentil Irene Sendler, pocos días antes del Levantamiento del Gueto de Varsovia de 1943, una revuelta de judíos polacos, bajo la ocupación nazi, contra las deportaciones de Varsovia al campo de exterminio de Treblinka. Sobrevivió en un monasterio.
Esta es la fascinante historia contada por el Prof. Mordechai Muszkat, jefe del Departamento de Medicina Interna y Farmacología Clínica del Hospital Hadassah Mount Scopus, en la sombría y emotiva ceremonia del Día del Recuerdo del Holocausto en el Hospital Hadassah Ein Kerem.
Después de la guerra, el padre del profesor Muszkat se reunió con su abuelo en el preestado de Israel. El profesor Muszkat y sus tres hermanos crecieron en Rehovot, donde su padre trabajaba como profesor de química en el Instituto Weizmann.
“Los sobrevivientes del Holocausto no buscaron venganza”, comenta Barbara Sofer, directora de Relaciones Públicas de Israel en las oficinas de Hadassah en Israel. “Buscaron construir nuevas vidas y un mundo mejor. Algunos de sus hijos salvan vidas en los dos hospitales de Hadassah los 365 días del año”.
El rabino principal de Tel Aviv, Israel Meir Lau, enseña que el mandamiento de “Recordar a Amalek”, la antigua nación bíblica que lanzó un ataque contra el pueblo judío después de su éxodo de Egipto, es seguido por el aparentemente redundante “y no olvides”. La intención, explica, es transmitir la necesidad de “tomar acción”.
Ese, dice Sofer, es el mensaje de Hadassah.