Es sabido que una foto puede decir más que mil palabras. En la actualidad, los teléfonos inteligentes pueden almacernar millones de fotos. Hace diez años los tiempos eran diferentes y más simples, trabajábamos duro y no teníamos tiempo para tomaros «Selfies,» Por lo que esta es la única fotografía en la que aparezco con mi bata blanca, representando mi actividad laboral del día a día. Esta es la única fotografía que conservo que me recuerda a un año de gran importancia que marca el rumbo de lo que es mi vida hoy en día.
Recuerdo perfectamente el día que esta foto fue tomada. Fue en el año 2002, yo tenia 19 años de edad, trabajaba orgullosamente como “Sherut Leumi” (programa de servicio nacional) en el Departamento de Médula Ósea del Centro Médico Hadassah Ein Kerem. Desde entonces era entonces una niña muy social, esta cualidad me ayudó a crear fuertes amistades y a comunicarme libremente con los pacientes.
Etan, un fotógrafo jóven, era un paciente de cáncer en nuestra sala. Estaba programado para someterse a un trasplante de médula ósea de un donante. Un día vino para su tratamiento a la clínica totalmente equipado con su cámara profesional y empezó a tomar algunas fotografías espontáneas del personal durante el trabajo. La próxima vez que lo vimos, nos dio a cada uno, una de las fotos que tomó como recuerdo. No volví a ver a Etan desde ese entonces pero he atesorado la foto.
Diez años después de haber colaborado dentro del Departamento de Médula Ósea, me convertí en una pacienta de cáncer tratada dentro de esa misma sala. Después de requerir un trasplante fui asistida por personal del “Sherut Leumi”. La mujer que atendió se porto conmigo de la misma manera en la que yo me porté con los pacientes cuando tuve su rol.
En uno de los chequeos de rutina en la clínica, mientras esperaba mi turno para ser atendida por un médico, un hombre joven y sano se sentó a mi lado. “Espero verme igual de sana algún día” pensé. Eché vistazo al joven y me di cuenta de que era Etan. El mismo Etan que me había tomado una foto hace tantos años. ¡Mi corazón saltaba de emoción al verlo tan fuerte y saludable! Esta visión me lleno de esperanza. Sorprendentemente, me sentí demasiado tímida para acercarme.
“¿Eres nueva aquí?”- Me preguntó
“Si. Bueno no. Algo parecido…” no sabia que contestar. “Tu me tomaste una foto hace 10 años”
“Soy fotógrafo” me contestó. “¿Cuándo te tome la foto?”
No pude contenerme de preguntar. “¿Te sometiste a un trasplante de médula ósea hace diez años?”
En absoluto shok respondió: “Hace exactamente diez años recibí mi nueva médula ósea” y continuó contándome su historia con detalles, cuando de repente se detuvo y volvió a preguntar: “¿Pero cómo me conoces?” Y continuamos charlando. Le conté mi lado de la historia, contagiándonos la esperanza de continuar creyendo que en la vida vale la pena luchar.
Y así es como en Hadassah una foto vale más que mil palabras.