Cuando vienes a Hadassah, entras a un lugar seguro dónde no importa quién o qué eres. Musulmanes, cristianos y judíos han trabajado juntos por más de 100 años. El personal está para salvar vidas y aquí todos somos iguales.
Por medio de Ron Finkel, Presidente de Hadassah Australia, conocí a la Dra. Osnat Levtzion-Korach, directora del hospital. Nos acompañó el cirujano, Prof. Abu-Vasal Bassam; el Prof. Shaya Wexler, director del Centro para niños con enfermedades crónicas y el Prof. Micky Weintraub, jefe del departamento pediátrico de hematología y oncología.
Explique que busco establecer un pasillo humanitario desde Gaza hasta Jerusalén que permita que los niños tengan acceso a los tratamientos médicos, incluso en tiempos de guerra. Hay muchos niños en Cisjordania y Gaza que requieren de tratamientos recurrentes por enfermedades crónicas como fibrosis quística, enfermedades renales y cáncer. Hadassah estableció clínicas satélite y programas de extensión en algunas de estas áreas, pero las facilidades y el personal están limitados.
El Prof. Eitan Kerem, director del centro de fibrosis quística de Hadassah, recientemente estableció una clínica satélite en Gaza con la ayuda del un equipo de palestinos dedicados a la salud. El centro, el cual abre un día a la semana, esta compuesto de voluntarios que no están especializados en el cuidado de fibrosis quística, por lo que Hadassah está ofreciendo entrenamiento especializado a un equipo de profesionales palestinos: tres médicos, una enfermera y fisioterapeuta, para que puedan ofrecer un tratamiento óptimo a sus pacientes. Mientras que la fibrosis quística es una enfermedad multisistémica muy complicada que no tiene cura, un equipo multidisciplinario especializado puede ofrecer una mejor calidad de vida para los pacientes.
Los niños que requieren tratamientos más complejos como quimioterapia y diálisis renal, deben viajar a Israel para recibirlo. Este involucra numerosas aplicaciones de permisos y financiamiento para el transporte y en tiempos de guerra se vuelve más difícil. La Dra. Osnat me aseguró que si encontramos una forma de que los pacientes lleguen a Hadassah, el hospital estará feliz de ayudar.
Muy cerca está el Hospital del Ojo St John, originalmente establecido en Jerusalén en 1882. Con altos índices de pobreza en la región, el hospital hace sus servicios accesibles para todos, atendiendo a los pacientes sin importar su origen étnico, religión o posición económica. Generalmente son financiados por doctores de Hadassah que no les cobran.
Me invitaron a visitar la clínica satélite de Gaza, armada con permiso de Hamas y las Fuerzas de Defensa Israelí, fue llevada por el paso fronterizo de Erez. Acompañada por Paul Williams, director de la administración de St John, caminamos como 1 kilometro por el paso fronterizo entre Israel y Gaza. Ya había hecho viajes similares en Bosnia y Kosovo, pero esta vez no habían francotiradores disparando, el silencio era ominoso.
Gaza es una de las regiones más pobladas del mundo con 1.8 millones de residentes. Burros jalaban cargas entre el tráfico y las nubes de polvo y gasolina se concentraban en el aire. Cada vez que llegábamos a una intersección, nuestro chofer esquivaba a los vehículos que se acercaban, tocándole a los peatones que parecía se iban a aventar al coche.
Nos estacionamos afuera de la clínica dónde miles de personas esperaban para ser atendidas. St John es el único proveedor caritativo experto en ojos en Gaza y su trabajo es sumamente importante ya que los índices de ceguera son diez veces más altos en los territorios palestinos que en el oeste. 80% de la ceguera es evitable, así que su intervención es vital. Decenas de miles de pacientes de Gaza se apoyan en el tratamiento de la clínica, la cual trabaja de la mano con el hospital de Jerusalén. Para aquellos que requieren cirugías complejas, tienen un sistema de referencia efectivo, el cual apoya a los pacientes en la negociación de los permisos para tener acceso al hospital de Jerusalén para recibir tratamiento.
A pesar de las dificultades y los peligros que enfrenta el personal, la clínica continua operando en lo que es todavía una situación de emergencia.
Me presentaron al Dr. Majed Abu Ramadan, un cirujano oftalmólogo y consultor que también es el Alcalde. Nos llevo al puerto y comimos en un restaurante que tiene una hermosa vista a los botes en el agua. El restaurante podía sentar a miles de personas, pero además de nosotros y el personal, sólo habían tres personas más.
El Dr. Majed explicó que la incidencia de diabetes relacionada con problemas de retinopatía y glaucoma son muy común entre la población palestina, por lo que el monitoreo es esencial. Las personas en las zonas periféricas no tienen medio de transporte, por lo que la clínica espera poder tener equipo móvil.
Cuando íbamos de regreso a la frontera, pasamos por una área que representaba mucho de daño que se vivió durante el conflicto. En contraste con el hermosos departamento que daba al puerto, el paisaje desolador de edificios quemados son prueba de la guerra. Algunas familias han regresado a lo que queda de sus departamentos y viven entre las ruinas de aquel lugar que todavía llaman casa. No existen señales de paz y las barreras de desconfianza que existen entre la sociedad palestina e israelí sólo empeoran el conflicto. Pero mientras exista gente que está dispuesta a dejar de lado la política para ayudar a niños enfermos, siempre habrá esperanza.